Mi primera vez..
Foto: Arteaga, 2018, La Prensa Gráfica* |
El particular 2019 que se nos va es un año que apenas nos encontrábamos en familia y amigos celebrando su llegada y ya vamos por la mitad. A casi cinco meses de haber empezado es menester un parón y antes de continuar, contestarnos a nosotros mismos estas preguntas: ¿Qué he hecho? ¿Qué he dejado de hacer? Y ¿Qué necesito hacer? Porque no podemos permitir que este año sea uno más en tu vida, si no un año en el que logramos muchas cosas.
No sabría decir si soy el único o a otros les pasará algo
similar, pero he de compartir con ustedes del otro lado de la pantalla que me
gustaría que mi último año en los veintes no pase como quien pasa una hoja del periódico,
¡Hay que dejar huella! No sabría decir que quiero, pero recientemente estoy finalizando
la tesis que me acreditara como Arquitecto y eso -después de tanto- no es algo
que se pueda tomar a la ligera.
Pienso en el día de hoy: sábado 27 de abril del 2019, recién
la semana pasada cumplí mis 29 años y hoy me pareció un tanto curioso encontrarme
en unas circunstancias bien distintas a las que me veía cuando cumplí 25, 20, o
15. Andaba en autobús -No es que nunca me haya subido a uno, pero no en esa
zona, ni en esas circunstancias- Salí de mi casa temprano, alrededor de las 9:15
de la mañana, llegue a la plaza las Américas o Salvador del mundo como a eso de
las 9:45 para agarrar otro bus camino al departamento de la libertad. Me equivoque
de ruta y tome otra, pero aquello tenía solución, me baje adelantito y agarre
la que me llevaría adonde me dirigía. Camine por una cuesta y cuando iba a la
mitad solo se me paso por la mente esa negativa idea de que no tengo una buena
condición física, -ustedes saben- con buena resistencia.
Cuando veníamos de vuelta, íbamos caminando con unos amigos,
casualmente en una plaza en la que nunca había puesto un pie. Agarre la ruta
que me llevaría a mi casa, me encomendé al ángel custodio -como siempre hago al
emprender el camino- y dos cuadras después se sube un tipo con la gorra plana
hacia atrás, los pantalones un poco desajustados y zapatos blancos. La primera
idea que se me paso por la mente fue: “Hasta aquí…” pero resulta que antes que él,
había entrado una muchacha con las facetas características de la gente de mi
país, pero con un porte de tener la sartén por el mango y antes que ella había
entrado un niño demasiado parecido al señor de la gorra plana, por lo que después,
con una sonrisa, pensé: “¡Que bueno, hoy no anda trabajando!”
Después de algunas paradas en las que pasé dormido, me desperté
y me di cuenta de que ya no estaba la feliz familia. (Ventajas de viajar en el
transporte público y de las cuales prometo contarles después), en vez de ellos,
estaban a la par mía dos viejitas (como les decimos por aquí), se llego mi
parada, me baje tranquilamente, camine algunas cuadras y llegué a mi casa donde
ya me estaban esperando para comer.
La rutina del sábado continuo perfectamente normal, pero no
es el objetivo de esta entrada. Y se me ocurre que, al llegar a este punto, si
es que no se aburrieron y dejaron de leer antes (gracias por eso) se pueden
estar preguntando: ¿Por qué…? ¿Por qué escribir un blog en el que la primera
entrada cuenta como una aventura algo que es perfectamente normal para la gran mayoría
de la población del país en el que vivimos? Y a pesar de que no ha sido esta
vez la primera, si se sintió como la primera. Esas oportunidades que uno tiene
de vivir la vida con alegría y optimismo a pesar de las dificultades externas.
Siendo empleado en una empresa, teniendo aquella familia, aquellos amigos, esos
problemas, tenemos dos opciones: Aprender el sentido que tienen nuestras cosas
o dejarlas pasar simplemente como quien paga sus deudas.
¡Es la hora!
* Foto: https://www.laprensagrafica.com/elsalvador/Monumento-en-plaza-Salvador-del-Mundo-cumple-76-anos-20181126-0049.html
* Foto: https://www.laprensagrafica.com/elsalvador/Monumento-en-plaza-Salvador-del-Mundo-cumple-76-anos-20181126-0049.html
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